miércoles, 30 de julio de 2008

Dedicado

Esta entrada se la dedico a mi amigo el Párroco de la Moraleja, con quien sostengo largas conversaciones sobre la dureza de nuestro trabajo. Pero le puede servir a cualquiera que se sienta paño de lágrimas de los demás, es decir a los que se dedican a escuchar penas.

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