martes, 25 de noviembre de 2008

Mío, mío, mío...

A veces somos como las gaviotas de la película de Nemo: sólo pensamos en lo nuestro. Compartir nuestras cosas con los demás alegra el corazón, mejora la convivencia y nos hace parecernos más a Dios, que ha querido compartir con nosotros la maravilla de la creación.



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