martes, 28 de mayo de 2013

Una carta de una Antigua Alumna que da que pensar

La transcribo tal cual, porque no tiene desperdicio.

"Me da la impresión de que a la gente siempre le ha dado miedo el hospital. Parece ser que cuando estos edificios son pronunciados, “muerte”, “tristeza” o “angustia” son las palabras que primeramente nos vienen a la cabeza. Jamás oí comentar la alegría que ocasionaba ir a visitar al familiar ingresado o amigo operado.  Yo me imagino que más de uno siente una sensación escalofriante tras pasar las puertas principales. Desde luego eso sentía yo cuando iba a visitar a mi padre , pero en fin, tres meses trabajando allí… han cambiado el concepto que yo tenía sobre esta albergue de enfermos, que os voy a contar.

“¡Señorita, seriedad! ¿O acaso no se da cuenta de que estamos en un hospital?” ¡Cuántas veces pude oír esa frase durante mis días de prácticas como estudiante de enfermería! ¡Claro que me daba cuenta hombre! Aún no había perdido el sentido de la orientación como le sucedía a la mayoría de mis pacientes ancianos. Pero si por seriedad entendían trabajar cómo máquinas y abandonar la habitación con la misma expresión facial con la que se entró…entonces ¡el hospital está perdido! ¡El mundo entero está perdido y comprendería perfectamente hospital como sinónimo de tristeza y angustia!
Naturalmente, los del personal sanitario (ATS, médicos, enfermeras, celadores…)ejercen profesiones serias, pues al fin y al cabo tratan con lo más preciado que hay “el hombre” y claro… yo creo que no es ninguna tontería, porque o lo cuidamos como se merece o esta sociedad se va al garete. Pero… ¿No existe alegría en la seriedad? ¿Acaso los enfermos no son dignos de la risa? ¿No merecen disfrutar de nuestro buen humor? La verdad, yo sí que me reía con el paralítico, con el sordo, que le gritabas cualquier cosa y sólo sabía asentir, con el mejicano aquel, que tenía el pie como una patata por una diabetes mal cuidada… y nos reíamos porque mejor era hacerle ver una amputación con gracia que sin ella.
Desgraciadamente al convertirse el trabajo en algo tan monótono ya ni nos damos cuenta de las novedades y como cada día sigue la misma rutina ignoramos que algo inesperado pueda suceder. Y así ocurre en el hospital cuando damos por hecho que todos los pacientes son iguales y que sólo difieren en una enfermedad o lo que es peor, ¡en un número de cama! Incluso hay días que nuestra cara no cambia… “Estos pacientes se van a pensar que hemos tenido un accidente y nuestro rostro se ha quedado así de por vida” pensaba yo. A mí visto así me parece un rollo claro. Desde luego no empecé a estudiar esta carrera por el placer que me causaba pinchar, tomar tensiones o aún peor, poner sondas.  A mi parecer, esta profesión tiene algo valiosísimo aparte de los grandes conocimientos científicos que me enseñan en la facultad cada día, y es el trato humano. Me resultó lo más atractivo y sin duda alguna la mejor de las mejores profesiones. Y cómo es la que más se acerca a la persona humana es nuestro deber (bueno el de los que ya son enfermeras, médicos, celadores y toda la panda) convertir el hospital en un lugar alegre donde las sonrisas traspasen la puerta principal.
Me voy a encontrar en mi vida todo tipo de pacientes, y en apenas tres meses he tenido suficiente tiempo para descubrirlo.  Los había alegres, simpáticos, juerguistas, guarrindongos, despistados,  desagradables, con dolores insoportables que no paraban de quejarse, llorones, refunfuñones , depresivos etc... Pero si no soy yo, ¿quién enterrará la depresión de los tristes o el dolor del hipocondríaco? La mayoría de los familiares como es natural y comprensible, deambulan por los pasillos derramando lágrimas de desesperación  y temor a lo peor hasta tal punto, que hay que medicarles antes a ellos que al propio paciente. Y cuando el enfermo optimista y enamorado de la vida, que estaba a punto de marcharse al otro lado, consolaba a su mujer, padre o hijos… ¡me parecía emocionante! ¡Eso es lo que necesitamos! ¡Enamorarnos de la vida y del trabajo! Hacernos personas serias en el buen humor y saber cuidar. Saber que les duele cuando les pinchan, saber que agradecen un “¡buenos días fulanito!” o saber que así como se bajan pacientes sanos del tren suben otros más enfermitos con diferencias que no podemos ignorar.
Y así me despido, con un gran entusiasmo por mi carrera, lo bonita que es y lo tanto que abarca. Y cómo no aprendamos a tratar con buen humor el día a día y los problemas que envuelven constantemente a la sociedad, difícilmente ejerceremos bien esta profesión. Estoy cien por cien segura".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece fantástico lo que dice y me hace sentir orgullosa de tener a mis hijos en el colegio. Gracias!

Carmen L de G dijo...

Me ha encantado!!!Orgullosa de las Aldeafuente alumni que tenemos, nivelazo!!!

Anónimo dijo...

Trabajar con sentido del humor nunca ha significado no ser serios en el trabajo. Y en el ámbito sanitario, no olvides que la sonrisa no requiere prescripción facultativa.
La enfermera es la profesional del arte de cuidar, y nunca debe ser un arte triste.
Bienvenida, futura colega. Será un lujo encontrarte en los pasillos de cualquier hospital.
Adelante!!!

Marita

Patri Patos dijo...

Preciosa entrada, de verdad un gran ejemplo para el sector sanitario y para el que lo quiera llevar a su campo

Miriam dijo...

Mi padre falleció el domingo pasado. Ingresó de urgencias el viernes, y ya nos dijeron que solo cabía esperar el desenlace.
Dio tiempo a reunir a la familia y a avisar a un sacerdote.
El trato del sacerdote como le repetía jaculatorias al oido, le decía eso de " repite conmigo por dentro: yo quisiera Señor recibirte como lo hizo tu Madre" , como lo bendijo con el Santísimo, fue emocionante y consolador.
Pero lo que me ha hecho escribir aquí es reconocer y agradecer de todo corazón el trato de las enfermeras. Durante los casi tres días, aun estando inconsciente y sabiendo que ya se acababa la lucha, lo cuidaron, lo mimaron, lo limpiaron con ternura, le trataron con respeto, se dirigian a él con palabras cariñosas y con sonrisas, como si estuviera despierto.
Lo cambiaban de posición cada nosecuantas horas en un ambiente no de carcajada, pero tampoco con cara de funeral. Con mucho mucho cariño
Gracias de corazón a todos los profesionales de la enfermeria que estan allí con ese trato profesional y humano, en los momentos más difíciles