El Cielo tiene su precio. Si quiero un coche nuevo, eso vale dinero. Si quiero unas buenas notas, eso cuesta esfuerzo. Lo que no cuesta nada no vale nada. Dice el Evangelio que el Reino de los Cielos es como un hombre que encontró un tesoro en un campo, vendió todo lo que tenía para comprar ese campo y tener el tesoro. Lo que es muy infantil es quererlo todo, la cosa y el precio. "Quiero el Cielo, pero también quiero mi comodidad; quiero el Cielo, pero también quiero la impureza"... Eso es de niños o..., de ladrones.
1 comentario:
Muy buena esta escena!!!
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