Todos cometemos errores. Errores y pecados. A veces por negligencia, otras veces porque nos da la gana. En fin...: la fragilidad no es algo que haya que celebrar. La solución no es huir, ni ocultarlos, ni emborracharse para olvidar. La solución es confesarlos y repararlos. Eso nos pone de nuevo en la casilla de salida: confesarlos y repararlos.
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