Que se lo pregunten al ladrón del bolso, como duele que te pillen.
La codicia de lo ajeno, tiene estos riesgos. Si evitásemos comparar lo que tenemos con lo que tienen los demás, seguro que agradeceríamos a Dios todo lo que nos da, y aprenderíamos a disfrutar, hasta con las cosas más simples. Basta con ver a los niños. La imaginación de su sencillo intelecto no se complica con grandes cosas, y se contentan con muy poco.
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