Nos ensuciamos, y nos volvemos a limpiar, porque la paciencia de Dios con nosotros es ... infinita, y su misericordia, maravillosa. Si le amáramos más no le ofenderíamos tanto. Si pensáramos más en Él, seguro que le demostraríamos con las obras que le queremos y queremos que otros le quieran. Empecemos por confesarnos, sabiendo que nos vamos a encontrar con el Padre bueno que nos perdona, y ¡de qué manera!
Copio el anuncio de un blog amigo... , de esos de la izquierda, que recomendamos.
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