Los sucedáneos. Parece que son, pero no son lo que parecen. Imitan cosas originales, pero son sólo sucedáneos. Es lo que nos ocurre a nosotros cuando no nos tomamos las cosas de Dios en serio. Vamos a Misa, pero sin estar a lo que estamos. Rezamos, pero sin convencimiento ninguno..., por cumplir, sin toda la fe que la oración requiere.
El amor a Dios no puede convertirse en un sucedáneo, sino que tiene que ser un amor auténtico, original, como cuando tomamos una buena cerveza fría en el mejor momento del día.
1 comentario:
Muy bueno!!! suele pasarnos...:distraccion, por cumplir, por tenerlo ya hecho y a por otra cosa...Cuando tenemos presencia de Dios eso no puede pasarnos...Gracias por el blog que, de una manera amena, nos recuerda la esencia de lo que creemos y como vivirlo.
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