Es ejemplar ver cómo las madres y los padres ponen todo su cariño y sus atenciones en los más pequeños de la casa. También los hermanos mayores y los no tan mayores se vuelcan con ellos. Y lo que más emociona es ver cómo aprenden de todos ellos a rezar a a amar a Dios. Por eso dice el Papa que la familia es una iglesia doméstica. Que no lo descuidemos este verano.
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